Academia

Hacia la soberanía en salud

Laura A. Palomares, William H. Lee y Octavio Tonatiuh Ramírez 

 Hacia la soberanía en salud: aportaciones de la investigación científica de la unam y de su Instituto de Biotecnología en la lucha contra la covid-19 

 En el primer trimestre de 2009, México se convirtió en el epicentro mundial de la pandemia causada por el virus de influenza AH1N1 o fiebre porcina, después de haberse notado un aumento significativo e inusitado de ingresos hospitalarios por neumonías y bronconeumonías severas en un grupo inusual de pacientes (adultos jóvenes). Así, el 11 de marzo de 2009 se confirmó en el entonces Distrito Federal, el primer caso de un paciente infectado con el virus de influenza AH1N1, dando inicio a la pandemia que se prolongaría hasta agosto del 2010 y que causaría estragos severos tanto para la salud como para la economía del país [1]. Cinco meses después de la detección del primer caso, y como resultado de una tasa de letalidad inicial del 0.18 %, aquel virus había cobrado la vida de 146 pacientes. El saldo final en México ascendió a 1 316 defunciones por infección viral confirmada en laboratorio [2], mientras que a nivel mundial la Organización Mundial de la Salud (oms) confirmó 18 449 decesos, aunque tales cifras podrían estar subestimadas, al menos en un orden de magnitud debido a un diagnóstico limitado [3].

Entre las primeras acciones tomadas por la Secretaría de Salud fue la declaratoria de Contingencia Sanitaria a partir del 24 de abril de ese año y el establecimiento de distanciamiento social, incluyendo el cierre de establecimientos y suspensión temporal de actividades no críticas; medida iniciada el 28 de abril y que duraría hasta tres semanas en diversas ciudades del país. El costo económico para México, solamente en el 2009, fue equivalente al 1 % del Producto Interno Bruto (pib) referido al 2008 [1], superando hasta ese momento el costo causado por desastres naturales previos, entre ellos huracanes, inundaciones y el terrible terremoto de 1985. Sorprendentemente, el mayor costo fue debido a la disminución de actividad económica en sectores como turismo, comercio, transporte, porcicultura, servicios, entre otros, mientras que el costo asociado a actividades propias del sector salud, incluyendo la atención a pacientes, representó solamente el 3 % de la caída total del pib. El efecto social más grave, sin embargo, fue la pérdida de empleo de más de medio millón de mexicanos que cayeron temporalmente bajo el nivel de pobreza [1].

Once años después de los trastornos que causara el virus de la influenza AH1N1, México vuelve a enfrentar una nueva pandemia, en esta ocasión causada por un nuevo coronavirus, identificado como el SARS-CoV-2. A diferencia de la de 2009, el origen no ocurrió en nuestro país, lo cual permitió al menos un par de meses de ventaja antes de detectarse el primer caso en México el 27 de febrero. No obstante, es claro que las consecuencias nocivas de esta nueva pandemia superarán con creces la del 2009 y la escala de afectación será global.

La letalidad del SARS-CoV-2, aunque varía según los datos preliminares disponibles entre regiones y países, es al menos 18 veces mayor que la del virus de influenza AH1N1, sin embargo, se deben tomar estos datos con mucha precaución ya que aún es difícil estimar la incidencia real debido al relativamente reducido número de diagnósticos efectuados, aunado a casos de infectados asintomáticos [4]. Hasta el 10 de junio, solamente en México se reportaron 14 649 defunciones, mientras que a nivel mundial la cifra ya había superado las 408 025 muertes.

Texto completo: Palomares.