Times Higher Education
Las mujeres científicas exitosas son, por definición, resistentes. Han superado barreras a lo largo de la vida: desaliento por parte de los maestros, la familia y la sociedad para seguir carreras en los campos STEM (Science, Technology, Engineering & Mathematics); falta de modelos femeninos a seguir; ambientes de trabajo hostiles y a veces abusivos; trabajo doméstico y responsabilidades de cuidado desproporcionado; y prejuicios a favor de los hombres en todos los aspectos de la vida profesional: contratación, promoción, publicación, pago, cargas de servicios y asignación de subvenciones.
Y sin embargo, estas batallas de por vida por un lugar en la ciencia no han sido suficientes para prepararlas para las desigualdades de género que existen en la respuesta a la pandemia de COVID-19. Los peores impactos del coronavirus serán, sin duda, la pérdida de vidas, el colapso de las economías, la interrupción de la ayuda humanitaria y la decadencia de las democracias. Pero tememos que el progreso difícilmente ganado para las mujeres en la ciencia, será un daño colateral de esta crisis.
Científicos en el mundo están trabajando de manera exhaustiva, recabando la mayor información posible acerca del SARS-CoV-2 para poder luchar contra la pandemia, algunos países no han limitado el presupuesto para estas investigaciones. Sin embargo, y de manera lamentable, la respuesta científica al COVID-19 se ha caracterizado por un nivel extraordinario de sexismo y racismo, fue la experiencia de académicas, estudiantes y titulares contada a Times Higher Education (THE) una revista de asuntos relacionados con educación superior en Londres.
De alguna manera, la pandemia que enfrentamos ha exacerbado las desigualdades que siempre, las mujeres, han tenido que manejar.
Las mujeres también asesoran a los encargados de formular políticas, diseñar ensayos clínicos, coordinan estudios de campo y lideran la recopilación y el análisis de datos, pero no lo sabremos por la cobertura mediática de la pandemia. Más ahora que nunca, los artículos en los medios de comunicación, que cubren las investigaciones de primera mano, se han enfocado principalmente en científicos hombres, a pesar de que hay muchas mujeres calificadas en la primera línea de respuesta al COVID-19 y que puedes localizarlas fácilmente en las listas de autores en los sitios web científicos.
Ni la epidemiología ni la medicina son campos dominados por los hombres, pero las mujeres son citadas con menos frecuencia (2.7 hombres en televisión y radio por cada mujer en el mes de marzo), y en ocasiones ni son mencionadas.
Incluso dentro de nuestras propias instituciones, las voces de los hombres no calificados se amplifican sobre las mujeres expertas porque los mismos medios de comunicación (informales y formales) eligen a hombres para sus entrevistas, opiniones y son mencionados en otros artículos más a menudo, por lo que suelen ser percibidos como “de alto perfil”.
No incluir las voces de las mujeres en la discusión pública de la pandemia de COVID-19 es una distorsión de la realidad. No solo perpetúa la invisibilidad de las mujeres en los puestos de ciencia y liderazgo, socava su capacidad como expertas y deja a las jóvenes sin modelos-mujeres a seguir. Además, el carecer de la atención por parte de los medios, el esfuerzo por demostrar la importancia de su trabajo, impactará negativamente en sus carreras.
También en los laboratorios, se ha observado que es más probable que las mujeres hagan labores poco importantes —trabajo operativo y de apoyo— en lugar de escribir artículos científicos.
Todo el tiempo estamos apoyando desproporcionadamente a los estudiantes y cumpliendo funciones de servicio o de apoyo emocional y social en los institutos; Una continuación de una tendencia preocupante de las mujeres que realizan el “trabajo invisible en la academia“, incluso en ausencia de una pandemia. También se ha observado que los investigadores oportunistas pero no necesariamente calificados, que solicitan financiación de Covid-19, son abrumadoramente varones; Esto no solo está sesgado a favor de los hombres y, a menudo, no reconoce a las mujeres jóvenes involucradas, sino que también representa una mala asignación de fondos.
Un problema potencialmente peligroso, es que estos hombres no calificados sean escuchados más que las mujeres expertas, lo que refleja el hecho de que las estructuras de poder parecen incapaces de confiar las preguntas de salud pública más importantes a nadie que no sean hombres, independientemente de sus calificaciones.
Los consultores de gestión (en su mayoría hombres) con poca experiencia están tomando decisiones clave sobre la salud de millones. Los científicos del sector tecnológico, que no tienen experiencia previa en ningún aspecto de la salud pública, la biología o el control de enfermedades, están siendo “atraídos” a los grupos de trabajo para discutir los puntos más finos de la toma de decisiones políticas. Académicos masculinos de alto nivel, famosos por sus innovaciones en otras áreas del conocimiento, están haciendo comentarios públicos con ejercicios de modelado, conjeturas o prescripciones de políticas mal informadas, sin fundamento en una ciencia rigurosa.
Para muchas mujeres, el colmo es la desigualdad que enfrentan en el trabajo doméstico, el cuidado de los niños y la responsabilidad de los padres y adultos mayores. Existe amplia evidencia de que las académicas pasan mucho más tiempo haciendo las tareas del hogar y cuidando a los niños que sus homólogos masculinos. Ahora, con casi todos nosotros trabajando desde el hogar y las escuelas cerradas en todo el mundo, la carga de estas responsabilidades, particularmente, el cuidado de los niños recae en gran medida sobre las mujeres.
Ya sabemos cómo se desarrolla esta discrepancia en términos de productividad académica, ahora hay evidencia de la división de la productividad durante la crisis de COVID-19, con menos mujeres enviando documentos que hombres, lo que sospechamos refleja tanto el tipo de trabajo académico que realizan las mujeres, como el déficit de tiempo creado al tratar de equilibrar el trabajo con mayores responsabilidades domésticas. Incluso la investigación médica crucial en COVID-19 está centrada en el hombre.
Ha quedado claro que la experiencia de talentosas investigadoras significa poco cuando se trata de tomar decisiones reales en esta emergencia de salud pública. Basta de que el trabajo de mujeres expertas sea pasado por alto y tergiversado en los medios de comunicación, después de todo, será un eslabón más en esta lucha para reclamar el terreno profesional de las mujeres.
Somos reticentes a quejarnos por temor a ser vistas como débiles, como si nos obsesionáramos demasiado con el prestigio o nos quejáramos de ser excluidas, cuando en realidad los estrictos filtros del sexismo y el racismo nos han dejado a todos con pieles más duras y una mayor capacidad de recuperación que muchos colegas varones.
Las posibles soluciones a estos problemas se han propuesto y discutido muchas veces: cambios en los criterios de promoción, oportunidades de financiación específicas, sensibilización de los periodistas y la inclusión obligatoria de diversos oradores en los paneles académicos.
Si bien se necesitan con urgencia, estas soluciones son insuficientes para responder a la amplificación de las desigualdades que ha traído la pandemia. Necesitamos examinar profundamente estos temas y reflexionar seriamente sobre las toxicidades culturales e institucionales.
Fuente: Women in science are battling both Covid-19 and the patriarchy