Las y los jóvenes universitarios pueden mejorar las cosas si ponen manos a la obra y siguen tres pasos: conciencia, de la realidad y de su impacto; acción, porque sólo tener conciencia no es suficiente; y transformación, no únicamente de la realidad, sino también de uno mismo, de la forma de ver las cosas y de las propias actitudes, dijo Rigoberta Menchú Tum, Premio Nobel de la Paz 1992.
Así lo mencionó la guatemalteca e indígena maya en el ‘Taller conversatorio con Rigoberta Menchú. Masacres y derechos humanos: una aproximación jurisprudencial’, realizado en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México; al que asistieron alumnas y alumnos de la Licenciatura en Derecho de la IBERO, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de El Colegio de México (Colmex).
La plática, organizada por el Departamento de Derecho de la IBERO y la Coordinación de Humanidades de la UNAM (esta última, institución donde Menchú es investigadora extraordinaria), empezó con el recuerdo de la masacre del 31 de enero de 1980 en la Embajada de España en Guatemala, donde fue quemado vivo el padre de Rigoberta y 36 personas más; una masacre que “tuvo mucho que ver en todo lo que yo he caminado como defensora de derechos humanos, como activista social”, mencionó Rigoberta.
En su charla con estudiantes de México, Perú y Colombia, Menchú afirmó que las masacres ocurren siempre en contubernio entre las autoridades, los narcotraficantes, la corrupción y la impunidad; lo que deja a las víctimas totalmente indefensas, y a sus casos, en la impunidad y sin posibilidad de esclarecimiento. Eso pese a que ella asegura que las víctimas guardan evidencias, “la verdad legítima de las víctimas”, es decir, la verdad de las víctimas.
Para esta mujer maya, las víctimas no actúan solas. “Yo siempre dije: yo soy víctima; es cierto, porque nadie me va a reponer lo que me hicieron. Pero también le hicieron a mis hermanos, le hicieron a otros… Entonces, se vuelve tu causa una memoria colectiva”.
Sobre los derechos humanos, a los que ha dedicado gran parte de su vida como defensora, comentó que en este tema no hay mediación, “estamos hablando de dignidad humana, o se respeta o se respeta, verdad. O es recíproco el interés común de los humanos por una humanidad próspera, o no”.
En torno a los nuevos modelos en que las víctimas se involucran en sus propios procesos, dijo: “Primero éramos víctimas, después nos volvimos querellantes y después de querellantes nos volvimos parte plena de la investigación y de la definición de los procesos que vamos llevando.
Eso quiere decir que los defensores de derechos humanos tenemos que ser más profesionales… necesitamos preparación para que seamos supervisores, seamos una luz para el otro que necesita una idea de cómo se debe respetar ese derecho”.
Cuestionada sobre cómo hacer para que la búsqueda de los desaparecidos no se convierta en una búsqueda de venganza, respondió: “Yo sólo puedo perdonar si el victimario me pide perdón. Si no me lo pide, a quién voy a perdonar. Y este es exactamente el caso de mi mamá, si la persona que torturó a mi madre me dijera, ‘fíjese que yo participé’; aunque no me narre el hecho, sólo me diga dónde están los restos de mi mamá o qué hicieron con estos, simplemente yo estaría dispuesta a decir, ‘bueno, gracias, hasta aquí’, y quizá sería un acto de perdón”.
Y sobre la venganza dijo: “Vengar a quién. En algunos casos se da porque el vecino fue el responsable de la muerte de un ser querido, y entonces a lo mejor lo ves todos los días y te da coraje”. Pero en otros casos no se sabe quién fue el responsable o a veces fueron las instituciones. Además, “no es cierto que a una víctima lo primero que le nace es la venganza; lo primero que le nace es que le escuchen, es que le acompañen, es que crean en su verdad”.
Por otra parte, Rigoberta Menchú compartió su creencia en que la mayor parte de la maldad que ocurre en el mundo, desde la corrupción, la impunidad, la violación a los derechos humanos, la falta de sensibilidad humana y hasta la perversidad de la democracia, pasan por la pérdida de la ética. “Y mi madre diría: ‘pasa por la pérdida de la vergüenza’; porque realmente antes cuando se tenía vergüenza uno tenía más pena de hacer las cosas malas”.
De ahí que pidiera a los jóvenes que fueron a conversar con ella que todo lo que hagan “sea siempre apegado a nuestra condición como seres humanos”. Les dijo también a esos estudiantes, que son las personas a las “que les toca hacer la parte de defensores, defensoras de los derechos humanos, defensores de la dignidad humana”.
El ‘Taller conversatorio con Rigoberta Menchú. Masacres y derechos humanos: una aproximación jurisprudencial’ se llevó a cabo en el ‘Aula de juicios orales y debate constitucional Raúl J. González Schmal’ de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Además de Menchú Tum y los estudiantes se contó con la presencia del Dr. Ricardo Ortega Soriano, académico del Departamento de Derecho de la IBERO; y del Dr. Guillermo Estrada Adán, secretario Académico de la Coordinación de Humanidades de la UNAM.