La pandemia por COVID-19 ha llegado a México y no sabemos cuánto tiempo permanecerá entre nosotros. El estrés aumenta y como prueba está que poco a poco hemos ido cambiando nuestros patrones de sueño, alimentación, actividad física, entre otros. Con la emergencia sanitaria, han llegado grandes cambios sociales, económicos, políticos, ocupacionales, interpersonales que se convertirán en mayores factores de estrés y trastornos de adaptación.
Esta situación es preocupante ya que tan solo en 2018, la muerte por suicidio y trastornos se relacionaron hasta en 60% y según la Organización Mundial de la Salud, anualmente cerca de 800 000 personas se quitan la vida y muchas más intentan hacerlo. Esto equivale a una muerte cada 40 segundos por esta causa.
Suicidios por COVID-19: una dolorosa realidad
No estábamos preparados, ni como país ni como especie para enfrentar la pandemia. Mientras mayor es la demanda de servicios de salud, más clara es la desigualdad en la atención. Y si hablamos de la salud mental es aún mayor. La enfermedad por COVID-19 ha sometido a un desgaste tanto del personal como de los propios equipos de servicios sanitarios. Como individuos y como sociedad hemos ido cambiando nuestros patrones de sueño, alimentación, etcétera. Solo en el 2018, tuvimos la tasa de suicidios más alta en los Estados Unidos desde 1941. Habrá que esperar el final del 2020 para conocer los efectos del COVID-19 en relación a esta dolorosa realidad.. En este sentido, los estragos de la pandemia, pesan más sobre el personal sanitario ya que las tasas de suicidio en dicho personal son mucho más altas que la población general. Lo anterior, sumado al escaso reconocimiento social en casi todos los países de la región pone en riesgo los resultados de una prioridad nacional en estos momentos: la salud pública.
Factores de riesgo en la conducta suicida
Las raíces de estos factores pueden ser tanto biológico-genéticas como psicosociales: intentos previos de suicidio, situaciones psicosociales importantes recientes o habituales, diagnósticos de enfermedad o síntomas crónicos, consumo nocivo de alcohol, estrés emocional agudo o presencia de otros trastornos mentales.
Los factores interpersonales implican las respuestas emocionales derivadas de una conducta social como el aislamiento secundario a la percepción de rechazo, el abuso físico y emocional, la violencia y las relaciones conflictivas.
Los comunitarios son aquellos relacionados a un ambiente psicosocial y emocional inmediato, como la guerra, los desastres, las emergencias, estrés por aculturación o desplazamiento, estigma o discriminación.
Otros igualmente importantes se refieren a los sistemas de salud, siendo las dificultades para acceder a los servicios de salud, particularmente salud mental, a recibir tratamiento; otros como la regulación del acceso a medios para el suicidio como armas o tóxicos, y regular información responsable de los medios de comunicación y el estigma promovido ante el suicidio.
Factores de riesgo en la conducta suicida, con relación al COVID-19
- Aislamiento/distanciamiento social.
- Recesión económica mundial.
- Estrés, ansiedad y presión en los profesionales sanitarios.
- Boicot social y discriminación.
- Estrés por COVID-19 y su manejo.
Recuerda que todos en algún momento hemos deseado no vivir lo que estamos viviendo en un momento determinado. Ahí surge la idea suicida; prospera o se elimina, pero todos podemos incubar esa semilla. Conocer estos factores de riesgo en la conducta suicida ayuda a intervenir a tiempo. Lo importante es saber que el suicidio muchas veces se puede prevenir.
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